Publicidad engañosa

Alguna vez, habreis pensado lo cabrones que son los restaurantes de comida rapida (sobre todo hamburgueserias), al ver como nos engañan. Pides una hamburguesa que en la foto es perfecta y te dan una que no se parece en nada. Veamos ejemplos (hacer grande para ver mejor la diferencia):




Pues bien, veamos un video de como se prepara una hamburguesa para el folleto de la publicidad. Esta en ingles pero la idea se capta:


Posted on 9:42 by Abel and filed under | 0 Comments »

Bailamos

Cuando le hacemos una pregunta, todos nos preguntamos que se les pasa por la cabeza, hasta donde pueden llegar. Pues aqui teneis la solucion




Pero no se quedan ahi


Posted on 9:26 by Abel and filed under | 0 Comments »

Vamonos de pesca

El otro dia le dije a un amigo a ver si nos ibamos de pesca. Me pregunto a ver si no le importaba que trajera a algunos de sus amigos. Logicamente le dije que no pensando que iba a haber para todos pero me equivoque.


Posted on 9:19 by Abel and filed under | 0 Comments »

Extasis

Momento de extasis total. Que felicidad emanan y un poquito de torpeza tambien


Posted on 17:54 by Abel and filed under | 0 Comments »

Simpson Avatar

Este Matt Groening es un artista. Mirar el empiece de un capitulo de la temporada 22


Posted on 16:01 by Abel and filed under | 0 Comments »

Instrumento PVC

Impresionante video de un tio utilizando unas simples tuberias para generar canciones conocidas.
Son muy buenas y hay una que me encanta (a partir del minuto 5)


Un nuevo instrumento musical
Posted on 18:14 by Abel and filed under | 0 Comments »

Aparcando...

Si piensas que lo has dejado de puta madre aparcado y no le puede pasar nada, estas muy equivocado. Mientras exista esta gente estamos todos jodidos


Posted on 15:06 by Abel and filed under | 2 Comments »

El mejor pescador del mundo

Para todos aquellos fans de la pesca, escuchar cada consejo que da este gran pescador, no tiene desperdicio


Posted on 15:02 by Abel and filed under | 2 Comments »

Carrera

Yo creo que hay que saber perder en esta vida, menudo hijo puta


Posted on 22:51 by Abel and filed under | 0 Comments »

Nueva camiseta seleccion

Posted on 22:15 by Abel and filed under | 0 Comments »

Suerte??

La gorra le avisa a este hombre un poco borracho que debe frenar...


Posted on 22:10 by Abel and filed under | 0 Comments »

No juegues contra los chinos

Si hablamos de maquinas, nunca te apuestes nada contra los chinos.


Posted on 22:08 by Abel and filed under | 0 Comments »

Formula 1

Os presento, la montaña rusa mas rapido del mundo. Alcanza los 240km/h en apenas 5 segundos. Se encuentra en el parque temático de Ferrari en Abu Dhabi. Alonso y Massa disfrutaron de un bello paseo

(*) Mirar la cara de Alonso en segundo 34




Super carrerón de Alonso narrado por su queridisimo amigo

Posted on 16:15 by Abel and filed under | 0 Comments »

Zas, en toda la boca

Para que tener enemigos en la calle si ya tienes uno en casa

Posted on 16:06 by Abel and filed under | 0 Comments »

Relato II- El deseo


Tan solo quedaban diez minutos para que empezase la misa y Juana todavía no había salido de casa. Había estado durante veinte minutos buscando sus gafas, ya que sin ellas era incapaz de ver a dos metros. Ella siempre llegaba con bastante antelación y se sentada en el banco antes de que llegase el cura y por eso hoy estaba furiosa. Iba a llegar tarde después de 50 años de puntualidad religiosa.

Juana, tenía 67 años y si no fuera por un accidente sufrido en la juventud que le afectaba a la pierna izquierda, estaría en disposición de hacer deporte como cualquier joven del barrio. A consecuencia de ello, siempre tenía que ir acompañada de una muleta y no podía andar durante mucho tiempo sin descansar. Su pelo, se había emblanquecido como a todas las de su quinta, pero la gustaba hacerse distintos peinados para ir a la iglesia cada domingo. Aquel día sin embargo, llevaba un simple moño con el que andaba por casa.

Pasados dos minutos de las doce, hizo aparición en la casa del Señor pero su sitio reservado de todas las semanas había sido ocupado por Jimena, una mujer que aborrecía hasta la muerte. Se conocían desde niñas y siempre se habían llevado mal. Recordó un día cuando tenía 10 años que Jimena, decidida y sin ningún tipo de vergüenza, le cogió las muñecas con las que estaba jugando y las tiró por el puente que por entonces había al lado de la iglesia. Esas muñecas se las había regalado su tío de Alemania, aquel que solo venía una vez al año y por lo general con algún presente. Aquel fue el inicio de una gran enemistad que ha perdurado hasta el día de hoy.

Tuvo que sentarse en la penúltima fila, allí donde siempre se ponían los hombres que no querían escuchar el sermón. Iban obligados a misa por sus mujeres que les reprendían sino aguantaban hasta la ostia sagrada. Al principio, se aburrían como niños y deseaban que no llegará nunca el domingo pero con el tiempo se juntaron un grupo de ellos y ahora disfrutaban de ese día sagrado para tratar de sus temas sin tener que escuchar a sus mujeres. En la iglesia, por lo general, siempre iban los mismos. La Antonia y la Perpe que eran como uña y carne y siempre iban con sus mejores galas. Eran viudas, y al final de la misa siempre acechaban a cualquier hombre que se acercará a ellas. Parecía un documental en el que el felino, tenía que acercarse sin hacer ruido a la gacela para poder tirársele a la yugular, para tener con que alimentar a sus crías. También estaban Manolo y María, un matrimonio muy simpático que llevaban casados la friolera de 70 años, y según dicen, se quieren tanto o más que el primer día. Luego estaban los maridos ateos, a los que le costaba no oírles hablar de su tema favorito, el futbol, como no. Y por último, estaban sus tres amigas de toda la vida, Petra, Carmen y Diana. Las tres estaban viudas y siempre solían quedar los lunes, miércoles y viernes para ir a dar paseos y jugar de vez en cuando la partida. Hacían un grupo muy bueno y entre ellas se daban el cariño que ya no les podían dar sus maridos.

El cura la sacó de sus pensamientos para indicarles que se dieran fraternamente la paz. Juana se asombró al ver que la misa había acabado. A parte de llegar tarde había estado divagando y inspeccionando a todas las personas de la iglesia. Normalmente no podía hacer eso porque siempre se sentaba en primera fila y se sintió todavía peor por no haber escuchada la palabra de Dios. Después de darse la paz, Jimena pasó a su lado con Marta, su nueva amiga y las dos la miraron con una sonrisa de malicia, esa que suelen utilizar los chavales pequeños, cuando se quieren burlar de cualquier defecto del tonto de la clase. Juana sintió furia al no saber que estarían pensando de ella. Últimamente, siempre que la veía, la miraba de arriba abajo y luego se reía. Muchas veces estuvo a punto de apercibirla y preguntar de que se reía pero ahora siempre estaba con Marta y eso la hacía echarse para atrás.

Al de cinco minutos, la iglesia quedó vacía y en silencio. El cura, que por lo general siempre aguantaba unos minutos rezando, ya se había ido. Juana se giró para dirigirse hacía la calle pero pensó que tenía que pedir perdón a Dios por haber llegado tarde. Así que se volvió y tras llegar a la primera fila, apoyó la muleta en el banco y con lentitud se arrodilló para comenzar a rezar.

- Quería pedirte perdón por mi falta de puntualidad. Lo siento de verás pero no encontraba mis gafas y sin ellas no podía salir de casa. Pero no te preocupes que antes de irme, voy a rezar cinco Ave Marías y tres Padres Nuestros. ¡Ah! Y otra cosa. Ya se que esto no te lo debería pedir a ti porque tú no estas para servirnos a nosotros sino al revés pero me duele mucho que Jimena siempre se intente burlar de mi. Nunca la oigo decir lo que piensa de mi pero me lo puedo imaginar, aunque no estaría mal que por un día, pudiera escucharla para poder plantarla cara. Pero bueno, olvídate de esto, ya me las arreglaré con esa bruja. ¡Uhhh! Lo siento, se me ha escapado, no se que me pasa hoy. Añadiré 3 Ave Marías más a la lista.

Al de veinte minutos, después de haber realizado sus rezos y haber pedido perdón, salió de la iglesia y poco a poco se encaminó hacia casa.


El lunes amaneció pronto para Juana. Para las seis y media de la mañana estaba arriba y la primera salida la hacía, como todas las mañanas, al supermercado a comprar leche y pan. Después de una vida sin apenas trabajar, la había quedado una pensión muy baja, muy por debajo del mínimo para poder vivir con dignidad pero ella ya había encontrado soluciones para poder llegar a fin de mes sin tener que pedir a tus hijos una ayuda. De lunes a jueves, comía pan con un poco de queso y cenaba un vaso de leche. Luego ya el fin de semana, comía alguna galleta y a veces, se preparaba una tortilla siendo para ella un autentico festín. A las ocho de la tarde, el día se acababa para ella y se iba a dormir, de esa forma apenas consumía luz por la noche. Y sino, tenía unas cuantas velas cogidas prestadas de la iglesia. Ya había rezado unos Padres Nuestros por esta cuestión. Y para ducharse, se solía acercar a la fuente del pueblo con una garrafa de 5 libros y con ella poco a poco se aseaba hasta quedar limpia.

Al volver del supermercado, se encontró a la salida del ascensor con Jose, el vecino del quinto. Debía tener 28 años y era muy guapo y simpático. Sabía que era muy mayor para él pero eso no le impedía girarse para ver como ese culo que Dios le había dado, subía y bajaba mientras se alejaba de ella.

- ¡Buenos días José! ¿Qué tal? ¿Te vas a trabajar? Pues deberías abrigarte un poco que ha salido un día fresco. Además ha dicho el tiempo que va a llover así que deberías cogerte un paraguas- le recomendó Juana.
- Gracias señora, pero no se preocupe que llego enseguida al trabajo. Además voy en coche. Hasta luego entonces- se despidió sonriente. [Joder con la vieja, todos los días con el mismo rollo que si me abrigue, que si coja un paraguas... que ya tengo una madre leches.]- dijo para sus adentros José ya en la puerta.

Juana, se sorprendió por lo que acababa de escuchar. ¿Cómo se había atrevido a decirle eso? ¿No le habían enseñado modales sus padres? Con el cariño que le tenía y él le trataba así. Intento llamarle pero el joven ya había salido del portal cerrando las dos puertas a su paso. Mientras subía el ascensor, Juana se sintió triste. Normalmente una persona con una edad ya tiene suficiente sufrimiento como para que le recuerden que es un carca y un pesado. Entró en su casa y tras limpiar un poco el polvo, se preparó para quedar con sus amigas.

Para variar, ella fue la primera en llegar. Petra, Carmen y Diana se habían acostumbrado a salir de casa a la hora en la que quedaban. Ella sin embargo, no podía hacer eso. Se había llevado muchas rabietas y siempre se decía que para la próxima vez, ellas serían las que la esperarían pero al final, nunca era capaz de llevarlo a cabo y volvía a llegar la primera. Al final, aparecieron las tres riéndose seguramente de algo que habría contado Carmen. Era la graciosa del grupo y le gustaba su papel así que nunca desaprovechaba la oportunidad de contar algo y sonsacarnos a la vez una sonrisa para su colección.

- ¿De que os reís, granujas? ¿Es que nunca vais a llegar a vuestra hora?- les reprochó Juana.
- Anda Juana, no empieces otra vez con el mismo tema- le dijo mientras se reía Petra.
- No, esta claro que tengo la batalla perdida pero alguna vez os las devolveré todas juntas.
- Que si Juana, hala vamos- le respondió Carmen. [Como chochea ya esta mujer. Lo que ha perdido de unos años para atrás. Le hace falta un hombre con el que pueda saciar...]
- ¡Carmennn! ¿Pero? ¿Cómo puedes decirme eso? – Juana no cabía en si. Estaba bien que bromeasen con ella pero siempre había un límite.

Petra y Diana se quedaron boquiabiertas al ver el cambio de humor de Juana. Sabían que ya no tenía tanta paciencia como en sus años mozos, pero no creía que tuviese motivos para ponerse así.

- ¿Qué te pasa Juana? ¿Por qué te pones así con Carmen?- la preguntó sorprendida Diana, la mejor amiga de Juana.
- ¿Como? ¿Pero que os pensáis? ¿Qué soy un mono de feria con el que os podéis divertir a vuestro antojo? No me lo puedo creer- le respondió con furia.
- Vamos a tranquilizarnos todas por favor. Vamos a aspirar aire y luego a expirar
- ¡Cállate por favor! ¿Pero de verdad que no la habéis oído? Ha dicho que ya chocheo y que necesitaría un hombre para que me diera todo lo que me falta.

Carmen no podía creer lo que estaba oyendo. Juraría que lo había dicho en voz baja pero entonces ¿como era posible que ella lo supiera? Le pareció que era ella la que ya chocheaba y se maldijo por haber cometido ese error.

- ¿Qué? Carmen no ha dicho nada de eso. ¿Has venido con ganas de tener una discusión o que?- le reprocho Petra.
- Juana cariño, anda vamos a tomar un té y así nos relajamos-le dijo Diana mientras la rodeaba con un brazo. [Pobrecilla, se está volviendo loca. Vamos a tener que buscarla una residencia, que pena]

Juana se giró sorprendida. ¿Qué la estaba pasando hoy? ¿Se habían puesto todos de acuerdo para hablar mal de ella a la cara? ¡Que valor! Pensaba que podía tener muchas manías pero de ahí a que pensarán eso de ella, era demasiado y más aún, tu mejor amiga.

- ¿Tú también Diana? – la dijo cruzando sus miradas

Diana, al igual que le había pasado hace unos segundos a Carmen, palideció y si sus amigas la hubieran mirado en ese momento, habrían pensado que Diana había visto un fantasma. Se puso blanca y agachó su mirada por vergüenza.

- Oye Juana, ¡vale ya! No voy a soportar que nos trates como si fuéramos trapos. Si te has levantado hoy con el pie izquierdo lo sentimos, pero no vamos a tolerar esto. Vámonos chicas.

Juana vio como se alejaban a paso firme sin mirar ninguna hacia atrás. ¿Era justo que después de escuchar lo que le habían dicho encima tuviese que ser ella la que se quedase sola? Levantando la mirada hacia el cielo, pidió ayuda al Señor y espero durante unos segundos una señal, pero no pasó nada.

Hoy era un día extraño, la suerte no estaba de su lado y para colmo, le dolía la pierna más de lo habitual. Ya se lo había dicho esta mañana a su vecino, el tiempo iba a cambiar y cuando eso pasaba, ella lo notaba. Una vez que ya no pudo avistar a sus amigas fugadas, se dio la vuelta y se dirigió al lugar donde aquello no podía pasarle, donde se sentiría segura y a gusto.

La campana de la iglesia tocó como cada hora durante treinta segundos mientras las palomas de la plaza revoloteaban buscando comida. Empezó a subir las escaleras, con una gran sonrisa, ansiosa de tener alguien a quien rezar y con el que poder hablar. Pero el día había empezado mal y se seguiría torciendo hasta que llegará la hora de acostarse. Ante ella, saliendo del lugar hacia donde se dirigía con alegría, apareció su enemiga Jimena. Pero esta vez no iba Marta con ella. Supuso que Jimena no imaginaría que se iban a encontrar y quizás entonces no la necesitaría. Si hubiera estado Marta, habría agachado la cabeza y continuado su camino pero se envalentó y la lanzó su mirada más odiosa y violenta que tenía. Jimena, que no iba a ser menos, la miró con la misma rabia y al igual que había hecho el día anterior dentro de la iglesia, la lanzó una sonrisa burlona.
[Mírate, eres una vieja horrorosa, coja y detestable. Tengo suerte de no parecerme a ti porque solo encontraría una solución: el suidicio]

Si la hubiera dicho eso a la cara, Juana habría sido capaz de pegarla con la muleta pero la sorprendió ver como había sido capaz de oírla sin mover ella los labios. ¿Qué pasa, que aparte de gorda y fea también era ventrílocua? No le extrañaría nada, viniendo de ella. Jimena, se enalteció al ver que su contraria estaba pasando miedo. Su expresión había cambiado y si no hubiese estado coja, seguro que se habría ido corriendo, pensó Jimena.

Juana, despertando de sus pensamientos, se acercó lo máximo que pudo hacía ella y con una mirada penetrante, empezó a hablarla:

- Así que piensas que soy horrorosa y detestable, ¿eh?

De repente, la sonrisa burlona de Jimena se evaporó y empezó a preguntarse como lo habría sabido. Juana, viendo que la situación había cambiado, decidió aprovecharse de lo que le estaba pasando hoy para contraatacar y darla el estoque final.

- Se todo lo que piensas sobre mí. No tienes secretos mientras esté yo delante. Si, ya lo sé, te preguntarás como lo hago. Pues te lo voy a decir con mucho gusto. Soy bruja. Pero bruja de verdad no la clase que tú te piensas. ¿Y sabes que más hago a parte de escuchar a los que se encuentran a mi alrededor?- espero a que su pregunta calara en la mujer.
- No- pudo responder Jimena sin saber que pensar.
- Budú. ¿Sabes en que consiste? Te lo voy a explicar. Consiste en una técnica milenaria para hacer daño a alguien sin estar ella presente. Solo hace falta tener algún objeto que le haya pertenecido a esa persona.- le explicó a la vez que la arrancaba un pelo de su cabellera.- Como esto.

Jimena empezó a temblar y a llorar como una niña pequeña. Juana nunca hubiera pensado que sus ojos contemplarían ese momento así que esta vez fue ella la que sonrió. Después de rogarla que no lo hiciera y que lo sentía mucho, salió corriendo desapareciendo de la amplia plaza donde a esa hora, se celebraba el mercadillo del pueblo. Antes de entrar, se prometió que pediría perdón por lo que acababa de hacer. Merecía la pena recibir un castigo de Dios pero quedarse tan a gusto.

En la iglesia, reinaba una paz que no podías conseguir en ningún otro lugar. Tan solo había un par de personas y la mujer de la limpieza, que pasaba la fregona a la altura del Santo Juan. Con el ruido de la muleta acompañándola, se acercó al confesionario donde el cura leía tranquilamente un salmo de la Biblia.

- ¿Se puede padre?- preguntó Juana
- Por supuesto Juana, ya sabes que para ti siempre tengo un momento. ¿Vienes a confesarte?- le contestó el cura Ramón mientras cerraba la Biblia.
- Si padre, hoy he pecado y me gustaría ir a comer con el alma limpia.
- Esta bien, comencemos entonces. Ave María purísima.
- Sin pecado concebido- esta parte ya se la sabía de memoria. Se confesaba tres veces por semana aunque la mayoría de ellas, no tenía nada de lo que arrepentirse. Pero le gustaba hablar con Ramón y contarle lo que había hecho por si existía algún pecado en sus hechos de los que poder liberarla.
- Cuéntame hija, ¿Qué te preocupa?
- Acabo de cometer un pecado a la puerta de la iglesia. He mentido y me he aprovechado de una situación para poder burlarme de una persona.- dijo sin levantar la mirada del suelo.
- Bueno Juana, no pasa nada. A veces cometemos errores y después de un día duro, tendemos a pagarlo con el que menos lo merece.- le explicó con una sonrisa.-[Esta mujer va a acabar conmigo. Viene a confesarse cada tres días pero yo creo que es porque se aburre en casa. Es una señora mayor y creo que tiene un carácter que pocas amigas le aguantaría. Que el Señor se apiade de ella.]

Juana que todavía mantenía la mirada en el suelo, la levantó dejando una estela de ira que tardó en evaporarse. Lo podía esperar de sus vecinos, de Jimena, e incluso de sus amigas, pero del padre Ramón, eso era el colmo.

- ¡Padre! ¿Usted también? ¿Os habéis puesto todos de acuerdo hoy para despotricar sobre mí?
- Pero hija, ¿que te pasa?- dijo asustado.
- Ni hija ni leches. Le acabo de escuchar todo lo que ha dicho. Que me aburro en casa, que si nadie me aguanta. Nunca hubiera pensado esto de usted.

El Padre Ramón sobresaltado ante los hechos que estaban ocurriendo, cogió la cruz que colgaba de su cuello y se la acercó a pocos centímetros de la cara de la mujer.

- Tú, hijo de Satán. Te ordenó que salgas de la casa de Dios ahora mismo. Siempre he pensado que eras una mujer extraña y ahora sé porque. Él te envía. El mismísimo Lucifer. ¡¡Largo!! – le gritó el padre temblándole las manos.
- ¿Qué? Pero Padre, encima de insultarme, ¿me está diciendo que salga de la casa de mi Señor? No me lo puedo creer. Que sepa que esto no va a quedar así, voy a escribir al Obispo y al Papa si hiciera falta, pero de mí no se ríe nadie- le voceó mientras se giraba y entonaba el camino hacía la salida. Había pensado que allí se sentiría segura pero esta muy equivocada. Y si aquí tampoco podía estar, ¿A dónde iría? Antes de salir de la iglesia, se dio la vuelta y miró a Jesús crucificado. No tienes derecho a hacerme esto. Te he dado mucho durante mi vida y ¿así me lo pagas?- y tan rápido como lo dijo salió de la iglesia.

Ya en casa se sintió más tranquila. Hay veces que el mejor sitio es el propio hogar. Estuvo andando por el pasillo pensando que la estaba ocurriendo. Pensó que era una pesadilla y que enseguida despertaría, también pensó que alguien le habría echado un mal de ojo. ¿Pero por qué? Ella nunca había hecho daño a nadie. La única de la que sospecharía algo así, sería de Jimena, pero viendo lo de esta tarde, ella no podía haber sido. ¿Qué podía hacer? Se dirigió convencida hacia las páginas amarillas, pensando que allí encontraría la solución pero una vez abierta la guía no sabía que buscar. Sería bruja o hechicero o quita males de ojos, pero ninguna de esas palabras aparecía. Se sentó en el sofá derrotada y se puso a llorar. ¿Qué iba a hacer si esto continuaba? Se volvería loca y al final llegaría al mismo destino que había predestinado Jimena, al suicidio.

Levantó la cabeza y sus ojos se chocaron con una figura de Jesús. ¿Realmente había sido especial? ¿Había obrado milagros? Nunca se había planteado esas preguntas. Siempre, haciendo uso de su gran fe, había creído todo lo que el padre Ramón les había contado, aunque fuese difícil de creer. Pero ahora, el padre ya no tenía credibilidad, la había comparado con el diablo, con el mayor enemigo del cristianismo y eso le había hecho mucho daño. Sin quitar la vista de la figura, recordó algo del día anterior. ¡Si!, podía ser eso, seguro. Estaba siendo castigada por querer ser como Él, como el todopoderoso. De repente todo cobró sentido y en su cara se dibujo una gran sonrisa. Incluso el dolor de la pierna remitió y rompió a llorar de nuevo, pero esta vez de alegría.
El día anterior, antes de salir de la iglesia, había deseado poder saber lo que pensaban de ella. Estaba dolida por el comportamiento de Jimena y Marta y recordaba que lo deseó de corazón. Entonces era verdad. Los milagros existían. Ese había sido el suyo, poder percibir sensaciones que en la vida real no eran posibles. ¡Guaua! Tenía ganas de contárselo a sus amigas pero enseguida se convenció de que no podía. Si lo hacía, Dios se podía enfadar con ella. Esto sería su secreto.

Sin embargo, la alegría le duró poco. Solo el tiempo suficiente hasta que llegó a formularse una pregunta: ¿Hasta cuando va a durar esto? La aterró no conocer la respuesta. Seguro que cualquier persona, le cambiaría de lugar. Hay ocasiones en las que nos gustaría saber que están pensando sobre nosotros, conocerlo aunque sea malo. Así es el ser humano, pero también hay una cosa clara. Todo en abundancia, puede resultar peligroso. Imagínate poder escuchar todo lo que piensa la gente de ti. Pensó en Carmen mismamente. Ella se cree que es muy graciosa, que todo lo que dice tiene un toque humorístico que pocos pueden igualar pero lo que no sabe, es que hay muchas veces en la que sus chistes no son graciosos y si realmente conociera la verdad, seguramente que dejaría de ser bromista. Esto la entristeció. Tenía 67 años y había vivido mucho y visto muchas cosas pero no quería conocer todo lo que pensaba la gente sobre ella. Prefería vivir en una mentira, pensando que es una mujer agradable y simpática en vez de una horrorosa bruja y que solo sabía hablar del tiempo. En ese momento fue interrumpida por el timbre. Habían llamado a la puerta.

Cogiendo con su mano izquierda la muleta, se acercó a la puerta, ojeando por la mirilla antes de abrir. Era su vecino de enfrente, Damian. Tenía 70 años pero a Juana le parecía un hombre muy atractivo. Se había imaginado atacando, pidiéndole una cita muchas veces pero a la hora de la verdad, siempre era vencida por su vergüenza y volvía con sus tropas a su castillo, Abrió la puerta y Damian le saludo con una enorme sonrisa.

- ¡Hola vecina¡ ¿Qué tal? Te llamaba por que estoy haciéndome la cena y se me ha acabado la sal, ¿podrías prestarme un poco?- le pidió sin borrar su sonrisa. - [Que pedazo de mujer. Llevo años queriendo tenerla para mí, pero seguro que me diría que no. Que suerte la mía]

Juana no podía creerlo. A él también le gustaba. Sin darse cuenta comenzó a sonreír como una loca llegando incluso a asustar a Damian.

- ¿Te pasa algo Juana? – le dijo agarrándola de un brazo.
- No perdona, es que hoy me ha ocurrido algo gracioso y me estaba acordando de ello. Ahora te traigo la sal. – se dio la vuelta y se dirigió hacia la cocina. Había vuelto a mentir, así que mañana debería ir a confesarse de nuevo. Al pasar por la sala, vio de nuevo la figura de Jesús. La sonrió y le dijo: ¡Gracias!
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